El controvertido escritor francés Michel Houellebecq (1956), de complicada y azarosa vida, termina su novela Las partículas elementales, con estas palabras: “Esa especie torturada, contradictoria, individualista y belicosa, de un egoísmo ilimitado, capaz a veces de explosiones de violencia inauditas, pero que sin embargo no dejó de creer en la bondad y en el amor. Esa especie que, por primera vez en la historia del mundo, supo enfrentarse a la posibilidad de su propia superación… Ahora que sus últimos representantes están a punto de desaparecer, nos parece legítimo rendirle este último homenaje a la humanidad; un homenaje que también terminará por borrarse y perderse en las arenas del tiempo: sin embargo, es necesario que este homenaje tenga lugar, al menos una vez. Este libro está dedicado al hombre”.
No es necesario explicar que la naturaleza, nuestro planeta, desde la capa de ozono que nos protege hasta los abismos del centro ardiente y magnetizado de la masa terrestre, es un sistema complejo, inconmensurable, sujeto a reglas que se cumplen y no dejan de actuar, se modifican, evolucionan permanentemente, en forma determinante, a más, por supuesto, de lo que sucede más allá, millones de años luz más allá, y que afecta en una u otra forma al insignificante grano de arena llamado Tierra, donde miles de millones de minúsculos animales con cerebro desarrollado, descendientes del chimpancé, han creado su hábitat desde hace muy poco tiempo en realidad si consideramos todo lo que hubo “antes”, modificando significativa y definitivamente a ese mismo planeta, para bien o para mal. “Inquilinos de la tierra, no es gracioso que nos demos tantas ínfulas de propietarios” ha opinado el apasionante escritor italiano Gesualdo Bufalino (1920-1996) muerto prematuramente en un infortunado accidente de tránsito. La masa total de todos los animales vivos, incluyendo el humano, es un porcentaje insignificante con relación a la masa del planeta. No obstante, nos hemos autoproclamado “reyes de la creación” sin consultar a nadie. ¿Qué sucedería si los animales, un perro o un gato, por ejemplo, pudieran hablar? (No he sido especialmente inclinado a estos increíbles seres, pero he aprendido tanto de ellos en los últimos años, por circunstancias de mi vida cotidiana, que al animal humano lo veo algo degradado, a pesar de su grandeza en el campo de la imaginación, de la creación, de la inventiva).
Es sabido, por el contenido del comentario anterior en este blog, que no creo que la humanidad pueda sobrevivir, no sé si cincuenta años más, o acaso setenta u ochenta con un poco de fortuna. Es la preocupación existencial y angustiosa de mi bisnieta Eva, con quien conversamos como amigos y camaradas a pesar de las décadas que nos separan. Al fin, un día le dije, y no fue hace mucho: “mira, no creo que podemos esperar mucho del homo sapiens, pero no te preocupes, será la misma naturaleza que se defenderá y nos defenderá”. Ella conoce, por ejemplo, que un desbalance serio en el mundo de los insectos, tiene efectos negativos incalculables en las sociedades humanas. Se han dado los primeros síntomas inobjetables y probados de la descomposición del planeta, de los cuales dimos cuenta en el comentario anterior. Estamos cada vez más cerca que esa naturaleza, organismo “vivo” en suma, y además inextinguible porque la materia se modifica o cambia, pero jamás desaparece, comenzará a dar señales que costarán miles o millones de vidas y pérdidas de tal magnitud que, no diré el hombre, sino las élites que manejan el mundo, tendrán que ponerse de rodillas. Los que sobrevivan (yo me abre ido mucho antes) tendrían que volver a empezar, no diré como el hombre de las cavernas, porque habrán acumulado tanto conocimiento y sabiduría que les permitiría volver a comenzar por levantar otro mundo con dimensiones diferentes, modificando sustancialmente los criterios sobre la planificación de una nueva forma de vida. ¡Suerte a los que vendrán!
Agosto 2024.
Gracias enormes, Modesto, por tus lúcidos ensayos cuya lectura enriquece ostensiblemente el pensamiento crítico de tus lectores, yo felizmente incluida entre ellos. Abrazo con admiración tu serena y sabia palabra.