Pan-optika.com no se editó desde el mes de junio hasta hoy. Preferí dejarlo vacío de expresiones o comentarios. Mi mujer, que se fue en octubre de 2022, hubiera cumplido años el primer día del mes. Sus cenizas, como serán las mías, fueron esparcidas en un páramo. Ella no está en ninguna parte. Estuvo en vida casi cincuenta años conmigo, y es suficiente. Ella es y será una ausencia presente. Escribí en este mismo blog en diciembre de 2022: “rindo culto a la vida, no a la muerte”. 

El 21 de junio, repentina y dolorosamente, se fue el último de mis hermanos, doce años menor a mí. 

En abril, después de cuatro años de limitaciones irreversibles, se fue otro de mis hermanos, seis años menor. 

Pan-optika.com no se editó desde el mes de junio hasta hoy.

– MPM.


William Faulkner escribe en Sartoris: “Te olvidas que mentir es parte del combate por la supervivencia (…) es la manera que tienen los insignificantes seres humanos de manipular las circunstancias para que se ajusten a la imagen preconcebida que tienen de sí mismos como figuras del mundo”. Y Saul Bellow, premio Nobel 1976, en Herzog: “Todas las tendencias más elevadas o morales, se hallan bajo la sospecha de quienes las tienen son unos sinvergüenzas”. El guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, nacido en 1958, en Severina, una hermosa novela, dice: “La tradición quiere que la gente se familiarice con la mentira dese el principio. La mentira es una necesidad. La primera creencia falsa que se impone lo niños es el gordo de los regalos (…) y después vienen las próximas mentiras. El cielo y el infierno. El amor universal. La democracia. Y luego quieren enseñarles moral, ja, ja…”

Para muchos no será muy adecuado, o no comprenderán, después de mirar esta nota, el uso de los términos “buenas y malas costumbres”. Podía haber usado una de los dos. Me parece irrelevante. A veces creo que está perdido el sentido de la diferencia, porque perdido también está el contenido de las referencias. Por esta razón voy a limitarme a las menciones literarias. No me apoyo en mi memoria, que es caprichosa, poco activa, aunque bastante instintiva, ni las busco en el internet, como creyó un reconocido y excelente escritor que asistió a la presentación de una de mis novelas que contiene quizá demasiadas citas. Confieso que he mantenido desde siempre un listado de temas tomados de las anotaciones a lápiz hechas en los libros. Están en la nube y ese instinto acierta cuando las busco. Me apoyo en la literatura, como otros pudieran hacerlo con la pintura, la música, el arte en general, en la capacidad de crear, de imaginar, de encontrar otros mundos donde no existe ni la verdad ni la mentira o, si se prefiere, donde todo es mentira, ilusión, sensibilidad, y, por tanto, todo es verdad y vida. No acierto a encontrar el piso suficiente para explicarme el mundo actual o, acaso, ya no importe. Por higiene mental, solamente tengo en la mente a mi país, Ecuador, que apenas posee el 0,22% de la población mundial y el 0.05% de la superficie terrestre. Un pequeño botón de muestra que nos conduce a las mismas conclusiones… Nunca pensé en vivir en otro lugar. Siempre he amado al país, he defendido a su gente, a la cual he considerado diferente porque jamás hemos caído en los excesos brutales de otros países. No estoy de acuerdo con el expresidente que escribió sobre las “costumbres de los ecuatorianos”, basándose en opiniones europeizantes de hace más de doscientos años. Sin descuidar los defectos del ecuatoriano (podría escribir sobre el tema), he valorado su forma de ser, una especie de sabiduría que, espero, no haya desaparecido. Ahora todo ha cambiado: los “insignificantes seres humanos”, los “sinvergüenzas” y los “mentirosos”, nos han convertido en estos últimos ocho años en un paisito de mierda, desprestigiado internacionalmente, donde más de la mitad de la población apenas come o no come y la violencia y la miseria extrema asesinan diariamente; y donde un alto porcentaje de gente, supuestamente pensante (e inclusive pensante o autocalificada bien pensante), es paulatinamente embrutecida por la presión mediática. Por eso me da igual hablar de verdad o mentira y de buenas o malas costumbres. Insisto entonces —impertinente e impenitente— en “la verdad de las mentiras”, según palabras de Mario Vargas Llosa —deslumbrante escritor, premio Nobel, y cargante personaje del jet set. 

Veamos el escenario: un país convertido en una de las principales rutas del tráfico de drogas. La estupidez dominante discute sobre el tema, con todos los argumentos posibles, pero no se percatan que el origen de esta plaga viene del primer narco-estado del mundo: Estados Unidos de Norteamérica, gran consumidor, donde, que se sepa, no ha sido condenado nunca un narcotraficante a prisión perpetua, ni se ha sabido de carteles gringos de la droga, uno de los mejores negocios del mundo, igual que el de las armas, donde ese mismo país provee de equipos adecuados a los diferentes grupos traficantes. No le conviene a su economía (más circulante en una sociedad consumista) y a su política dominante e intervencionista. El pretexto, que engaña a bobos —que han olvidado los efectos de la prohibición del alcohol en el siglo pasado ni de la heroína en el antepasado, negocio que fue manejado por Inglaterra— es controlar a la producción ilegal. Tan bobos que, aun conociendo que USA tiene diez bases militares en Colombia y entrega todo el apoyo táctico, de inteligencia y presupuestario, los sembríos prosperan. Tan estúpidos que creen que la eliminación de una base y de un radar es el origen del mal. USA se opone, además, fiel a su moralismo hipócrita —la venta de armas es libre—, a la única solución razonable: eliminar la prohibición del consumo de drogas. 

En la edición de abril pasado comentamos la obra de Erich Fromm (1900-1980) titulada ¿Podrá sobrevivir el hombre? Fromm sostiene que, aunque vivamos en la “era atómica (ahora sería digital), emocionalmente vivimos en la Edad de Piedra”. Preguntábamos, de qué han servido los adelantos más grandes, muchos de ellos admirables, en la ciencia, la técnica,  las diversas civilizaciones, la exploración espacial; de qué han servido los logros en la medicina, en la producción industrial y agrícola, en el transporte; de qué han servido la construcción de ciudades maravillosas, monumentos, vías, sistemas de energía; de qué ha servido el desarrollo artístico, cultural, intelectual, los avances en el pensamiento y en la investigación, los inventos y descubrimientos… el listado podría ser interminable… ¿De qué nos sirve? De qué, si cada vez somos menos “nosotros” sin que nos percatemos que el mundo actual es de una DESIGUALDAD monstruosa que se presenta en proporciones dignas de pensar en el peor de los infiernos imaginados, y está condenado a la desaparición, a la extinción de la raza humana debido al CAMBIO CLIMÁTICO, ocasionado por la sobreexplotación voraz e innecesaria de los recursos naturales, sobre los cuales ha escrito el judío Yuval Noah Harari (Sapiens: de animales a dioses y 21 lecciones para el siglo XXI), ambas comentadas en este blog. No hay duda alguna que los recursos naturales del planeta son más que suficientes que garantizar una vida digna a los ocho mil millones de habitantes. Consúltese sobre el tema la obra El capital en el siglo XXI de Thomas Pikety. Ha escrito otra obra sobre la desigualdad que aún no la leo.

Hace sesenta años, el británico Laurence Durrel (1912-1990), escribió en Balthazar, la tercera novela de su magistral Cuarteto de Alejandría, esta simple premonición: “El teléfono es el símbolo moderno de las comunicaciones que nunca se establecen”. A mis diez años nunca hubiera pensado que estaba por llegar un teléfono automático, que sustituyó a la necesidad de llamar a una señorita de la central y pedirle que me comunique con el 278, antes de que ella cambie algunas clavijas y me diga “hable”, para escuchar la voz de la abuela. En 1975 fui invitado con un grupo de ecuatorianos a una gira por Estados Unidos y, en las oficinas de una agencia naviera en New York, el gerente tenía alrededor de diez aparatos telefónicos Ericsson, negros y voluminosos (hoy piezas de museo). Tanto el nieto actual como el gerente naviero de hoy, no dejarán de reconocer el milagro tecnológico, al disponer de un celular de última generación, en el caso de que se enterasen cómo eran las cosas “antes”. Por una simple razón: podían COMUNICARSE, que implica participar, hacer algo en conjunto, con “otro” u “otros”, con un objetivo deseado o útil. Leer un libro, mirar una pintura, escuchar música es una forma de “estar con”: el escritor, el pintor o el compositor nos necesitan. Nos buscaban en suma mientras creaban. Sostengo y seguiré haciéndolo: sin perjuicio de nuestra total individualidad, sin los otros no somos nada. Somos una suma de los otros. 

Sin dejar a un lado la infinidad de herramientas creadas por la tecnología que facilitan extraordinariamente la vida, a los que pueden tener acceso a ellas, por supuesto —podría hablarse mucho sobre esto— mi objetivo es aislar la magia ofrecida por esos adelantos del otro lado de la medalla del fenómeno: la pandemia digital que nos rodea, el acoso informático, el virus que lentamente destruye nuestra materia prima “humana”, el cerebro, del cerco impuesto por los “mentirosos” y los “sinvergüenzas”, sobre todo por el “poder o poderes dominantes”, representados actualmente por el “poder mediático”. Porque, además del celular, están en el mismo plano agresivo las computadoras, las tablets, incluyendo todas las redes sociales. No solamente es difícil distinguir la estulticia, el interés político, la imbecilidad de algún desadaptado, de la información profesional y seria. La opinión personal del periodista no se opone a que tenga una ética, una cabeza que piensa. Ahora la tarea es encontrar una aguja en un pajar, mientras somos arrastrados por la corriente lodosa y dañina. Revisar el YouTube puede ser intolerable a veces y el esfuerzo por acertar en lo aceptable (no me refiero al entretenimiento) es cada vez más complicado. En mi caso, he suprimido, además de la televisión (no el Netflix, donde se escoge), todas las redes sociales, salvo las que pasan música. El fenómeno no podrá detenerse: con la IA vamos directamente a ser esclavos de un Gran Hermano. Abrimos el celular o nuestra computadora y el acoso y la oferta se presenta de inmediato con la X muy bien disimulada y, a veces, estamos obligados a esperar unos segundos. Hacemos más “clicks” eliminando pendejadas que buscando comunicarnos o informándonos. Recuerdo de hace años un filme usamericano muy divertido, donde el padre no pudo más y destrozó a patadas una televisión delante de sus hijos.

Desigualdad y crisis climática nos están destruyendo. Estoy seguro que los recursos naturales del planeta son suficiente para garantizar una vida digna a toda la humanidad. Para que todos podamos vivir como se vive en las grandes ciudades del primer mundo requerimos los recursos de tres o cuatro planetas. Lastimosamente sólo hay uno, este sobre el cual navegamos por el cosmos. USA, que está en proceso de destruirse desde adentro, tiene el 5% de la población mundial pero el treinta o más por ciento de la riqueza. Hoy, en USA, hay más de 50 millones de personas, cerca del 20% de la población, que vive, no en pobreza, sino bajo el nivel de la miseria. Los futuros pobres seguirán cayendo hacia abajo desde las clases medias.

Confieso no ser optimista. Alguien escribió que el pesimista fue un optimista arrepentido. La única salida es le creación, escribir en mi caso, la lectura, la música, las personas que amo, las pocas amistades —siempre deben ser pocas— que quedan. En suma, todas las facetas del AMOR. En otras palabras: para no morir antes de hora hay que tratar de aislarse, para empezar, del espectáculo mediático.

Julio, 2024

5 respuestas a «Buenas y malas costumbres»

  1. Un abraso Modesto, estoy impresionado por tu artículo y a más de tu gran cultura están los rasgos de un gran escritor e igual ser humano. Gracias por compartir

  2. Querido amigo Modesto;
    Me quedo rumiando tus ideas, de las cuales participo en muchos aspectos. Mi pesimismo es crítico pero, como tú dices, no me aísla. Leer literatura significa estar en el mundo, pensar en los demás. Me solidarizo con tus pérdidas y celebro tu lucidez.

  3. Saludos Modesto. Que buen artículo, con buena parte de cuyos conceptos y aseveraciones comparto.
    Andrés Vallejo

  4. Magnifico artículo Modesto, digno de un escritor de tu talla.
    Nicolás Augusto Maldonado

  5. Querido Modesto:
    Qué gran privilegio para tus asiduos lectores el que haya retornado tu palabra , sabia y galana, a seguir enriqueciendo nuestro pensamiento crítico.
    Formidable, estremecedor, el fresco del mundo contemporáneo que has trazado en “ Buenas y malas costumbres”, de cuyo pesimismo iluminado menciono esto de: “ Sin los otros no somos nada. Somos la suma de los otros”.Gracias, maestro enorme.

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