No me enteré por las noticias de prensa ni por la televisión —cada vez más ausentes de mi pandémica cotidianidad—, sino por un emocionado artículo de nuestro común amigo Fernando Tinajero (a quien sí leo, entre dos o tres articulistas más) que, tres días después del suceso, escribió el 5 de agosto último, bajo el título ‘Una flor para Juan’, estas palabras:

 “Él se queda entre las páginas de sus libros abundantes y certeros. Libros que fueron escritos como la expresión de una íntima necesidad de comunicarse. Libros que no renuncian a ninguna de las asperezas que entraña la investigación profunda, pero exhiben la marca de la grandeza verdadera, que es la sencillez. Libros que merecen, casi diría que exigen, ser reunidos en una condigna edición de obras completas. Todavía hoy, al cabo de tantos años, tengo leves discrepancias con el contenido de alguno de ellos; pero seré el primero en reclamar que una obra tan rica y tan variada sea incorporada al nivel más elevado de nuestro patrimonio intelectual. Hacerlo será mi propio homenaje a la memoria de un amigo admirable. Se queda entre las páginas de sus libros abundantes y certeros.”

Juan Valdano nació en Cuenca el 26 de diciembre de 1939. Murió el 2 de este agosto. 82 años cumplidos. Escritor, novelista, cuentista, ensayista, columnista, profesor y autor de más de 35 obras. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Cuenca, Filología Hispánica en la Complutense de Madrid y Letras Francesas en la Universidad de Aix-en-Provence. Recibió varios premios por sus obras, como el Premio Nacional José de la Cuadra (1989), la Condecoración al Mérito Cultural, otorgada por el Ministerio de Educación en 1991, el Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara por su novela Anillos de serpiente (1998), y el Premio Eugenio Espejo (2020) por su trayectoria cultural, entre otras merecidísimas distinciones. Fue miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua.

Fue un académico completo, un apasionado por la cultura y las realizaciones humanas, por la creación y la belleza. Amó a nuestro país, escribió sobre lo que somos, para que aprendamos a querernos y amar a lo nuestro. No pretendo escribir sobre sus obras. No es necesario. Juan Valdano fue y será Juan Valdano y hablará por sí mismo hoy y siempre. Su talento universal, más su capacidad de entrega y de trabajo puestos al servicio de la cultura, persistirán por generaciones en nuestro país.

Quiero recordarlo como amigo, como colega. Fue, ante todo, un ser humano auténtico. Hoy, lamentablemente, cada vez escasean más. Prevalecen los disfraces, las poses, los prejuicios, las apariencias. Amable, abierto, sencillo. Tenía conciencia de lo que significa escribir en Ecuador: aceptar sabia y humildemente las consecuencias y seguir escribiendo sin recurrir a artificios y postizas vanaglorias. Hace algunos años compartimos, con varios escritores más, una pequeña columna semanal en uno de los diarios quiteños, en la cual nos turnábamos con cortos comentarios críticos en un suplemento cultural. Ese pequeño espacio al pie de una página un día terminó, como parte de un lento proceso de extinción de casi todo lo referente a la cultura en los medios de comunicación masivos. Fue como si, de tanto empujar hacia abajo, reduciendo sus espacios, lo pusieron al final y luego terminaron arrojándolo a la calle. (A propósito, ¿conoce alguien de una sección cultural seria en la prensa grande del país? La última fue Cartón Piedra de El Telégrafo y un día expiró). En ese pequeño espacio hice, pues, un comentario sobre los cuentos de Juan reunidos en la obra Juegos de Proteo, publicada en 2009. Fue suficiente para que él me pidiera que presentara el libro en la Casa Benjamín Carrión. En esta forma se afianzó más la amistad y el mutuo afecto. La última vez que lo vi fue en la Universidad San Francisco cuando presentó su obra La nación presentida, 30 ensayos sobre Ecuador, editada por la misma universidad. Hace semanas, recibí su invitación a la presentación del último de sus libros, Tras las huellas de Orfeo. Hoy me duele más no haber podido asistir al evento.

Como un homenaje a este gran hombre de la cultura y el saber, en este blog reproduzco un resumen de mi intervención con motivo de la presentación de Juegos de Proteo, en la Casa Benjamín Carrión, en noviembre de 2012. Entiendo que él mismo editó la obra, un hermoso libro con pasta dura.