El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, a quien nos hemos referido en más de una ocasión, ha publicado con este título su último ensayo sobre la digitalización y la crisis de la democracia. Después de leerlo no queda duda de que vivimos una dictadura informática, una distopía, definida como “la representación ficticia de una sociedad futura (de una sociedad actual, sería) de características negativas causantes de la alienación humana”. Ya no se trata de “Un mundo feliz”, la novela de Aldous Huxley, publicada a comienzos de los años treinta, en la cual la manipulación genética conduce a los seres humanos a convertirse en un rebaño controlado y dirigido por los padrinos y jerarcas que pretenden crear una forma nueva de vida.
Se trata ahora de una manipulación de la misma mente humana, del cerebro del hombre, que tiene además consecuencias genéticas, como piensa el biólogo evolucionista Richard Dawkins quien sostiene que nuestros genes, además de nuestras mentes, están afectándose gracias a los mecanismos informáticos y comunicacionales creados por una civilización digitalizada. Los memes y el concepto de “viral” son una ponzoña. Este tema fue tratado como ESCLAVITUD Y DESIGUALDAD en nuestra entrega de octubre 2021. Meses antes, en marzo 2021, escribimos ESCLAVITUD INFORMÁTICA, que comentaba la obra de James Gleick, escrita en 2011, titulada La información: historia y realidad. Hace dos años se hablaba de infoxicación, como equivalente de acoso o saturación informática. Hoy se habla de Infocracia. Del virus se ha pasado al dominio, al control político.
Byung-Chul Han distingue entre sociedades de “disciplina”, entre las cuales se pueden considerar las democracias —sean las “occidentales” o las conocidas como “democracias populares o socialistas”, pues el problema, aclaramos, no es de ideologías o de sistemas— en las cuales los canales informáticos, se resuelven con “redes abiertas” y, en suma, por aperturas o caminos de comunicación de cualquier tipo, y las posibles “celdas de aislamiento”, que existen en toda sociedad, pueden superarse, mientras que actualmente esa posibilidad de intercambio y de ruptura del aislamiento ha sido sustituido por las “redes”. En definitiva, no nos comunicamos unos a otros libremente, sino nos comunican a través del celular y, en esa forma, no sólo somos sometidos, sino que nos vigilan y controlan. Está desapareciendo el yo y el tú, el yo y los otros, los otros y el nosotros.
Y como el sistema funciona dentro de un campo de “libertad” y “transparencia”, inocentemente aceptado por la mayoría, cuando lo que se trata es de presentar absolutamente todo como “información”, de modo que “no son las personas las realmente libres sino la información. La paradoja de la sociedad de la información es que las personas están atrapadas en la información (…). La transparencia en sí misma no es transparente. Tiene una parte trasera. La sala de máquinas de la transferencia es oscura (…). Así es como nos entregamos al poder cada vez mayor de la caja negra algorítmica”. Han aclara que este sistema se ha unido totalmente a la vida cotidiana, a lo agradable de los elementos de búsqueda, a las voces e imágenes sugestivas que nos arrastran. “El smartphone está demostrando ser un eficaz informante que nos somete a una vigilancia constante”. Todo es cómodo, conveniente, agradable. “El like excluye toda revolución”, anula las preguntas y toda idea cuestionadora. Como el caso de la cocacola que nos envenena con “la pausa que refresca” o “dele sabor a su vida”. No existen coerciones ni prohibiciones sino “incentivos positivos”. “Explotan la libertad en lugar de suprimirla. Controlan nuestra libertad en el plano inconsciente”. “El like es el amén. Compartir es la comunión. El consumo es la redención”.
Todo este inmenso mecanismo globalizado no nos convierte justamente, aunque lo seamos, en “hombres-masas, sin identidad. En nadie”. Al contrario, al parecer, nos apoderamos de un perfil de actitudes y modos de ser. Al mirar una película o a leer un libro hay “algo” que puede introducirse en nuestro pensamiento. Un analista o nosotros mismos podemos enfrentarnos con nuestro inconsciente, por ejemplo, en los casos del escritor o pintor. Los medios digitales se apoderan de ese campo. “El medio es el dominio”.
El frenesí informativo se ha apoderado de la política. “La democracia está degenerando en infocracia”. Lo esencial en las democracias, la esfera discusiva, está desapareciendo. El libro y la lectura igual. No se contrasta. No se compara. No se piensa. Se repite. El factor entretenimiento o telecracia se impone. Las series televisivas sustituyen al conocimiento. El juicio humano se deteriora. La inmadurez se agudiza. “Las noticias se asemejan a un relato. La distinción entre ficción y realidad se torna difusa”. La “teatrocracia” se incrementa, en especial en la política.
Han sostiene que los relatos implican una “continuidad temporal”, mientras hoy el tiempo está “fragmentado en todos los órdenes”. Sin tiempo, ¿qué nos queda? Aprender, formarse, pensar, actuar como racionales requiere tiempo. Los “flash”, las noticias relámpagos, los simples titulares, las imágenes que dan rienda suelta a la imaginación y las fake news tocan la “afectividad” y favorece la “descontextualización”. “La información corre más que la verdad”. No existe ya “la observación de la sociedad”. Se eligen presidentes “memes”. “Ni el discurso ni la verdad son virales”. Somos, pues, “ganado consumista”, zombis. Y algo más: “el otro está en trance de desaparición” o se transforma en el enemigo, en el Satanás.
Por otro lado, el mundo es tan complejo y la información tan vasta y rápida que todo intento de raciocino o de aprendizaje es imposible. “La inteligencia artificial no razona, sino que computa. Los algoritmos sustituyen a los argumentos”. Han escribe: “Quien es ciego ante los hechos o la realidad es un peligro mayor que el mentiroso”. Y termina: “La verdad habrá sido un episodio breve”.
Felicitaciones querido Modesto. Muy lúcido y claro, como siempre.
Una realidad muy triste! Lo aparentemente urgente está reemplazando lo importante. Y esto afecta particularmente a los jóvenes que casi no leen. Un excelente artículo, Modesto, como todos los que escribes. Un abrazo afectuoso.