Sobre un libro de Paul Auster y la idea equívoca de cambiar el mundo

Llueve. Pienso en las posibilidades infinitas que nos rodean cada instante que pasa. En lo pequeños que somos ante la inmensidad del planeta Tierra, del océano. Rompen las olas constantemente en los mares, formando caminos de nívea espuma en todas las playas del mundo, pero cada uno de ellos es único, con su cantidad exacta de burbujas y su forma propia de acariciar la arena...

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Danos, Señor, nuestras mentiras de cada día…

Las características del envoltorio dan forma al contenido. No al revés. 
Haruki Murakami. 1Q84, libro 1.

… y no nos dejes cae en la tentación de dudar de los profetas o de los iluminados de este siglo. “A medida que hemos avanzado en nuestra sofisticada tecnología de la simulación —anticipó Rafael Argullol en El cazador de instantes— y, sobre todo, mientras hemos creído en ella con una fe cada vez más inconmovible, se han ido invirtiendo los personajes de la parábola platónica: ahora las sombras que desfilan son lo único verdaderamente real mientras han dejado de existir los hombres que paseaban libremente al exterior de la cueva”. 

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La Opus Dei en su salsa: intento de análisis semántico del libro ‘Camino’ (Parte 3 de 3)

¿Qué piensa el santo Escrivá de la ternura? Ternura es acariciar a un niño, abrazar a los padres o a un amigo, besar a una hija, hacer el amor, besar a la novia, apretar una mano, pero él advierte sobre los “derroches de ternura”. ¡Caridad sí, no ternura!, proclama. “Siete cerrojos” necesita el corazón, ya que “más de una vez quedó flotando…la nubecilla de la duda… ¿no habré ido demasiado lejos en mis manifestaciones exteriores de afecto?” (161, 188). “No me saques las cosas de quicio (…) ¿a qué ese apego a las criaturas?” (157).

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La Opus Dei en su salsa: intento de análisis semántico del libro ‘Camino’ (Parte 2 de 3)

Resalta el hecho, y es fundamental dese el punto de vista interpretativo, de que CAMINO está escrito en segunda persona. Escrivá toma la posición del “yo” y coloca al lector en la del “tú”. Se trata de un libro destinado a “santificar” a los lectores (las comillas indican textos del mismo libro y la respectiva numeración de los “consejos” o “máximas” de Escrivá), siempre que exista “mucha obediencia al director y mucha docilidad a la gracia” (56) y a la “voluntad de Dios” (59). La postura del emisor, en este caso del santo, es de superioridad sobre el receptor o lector; más aún, de inefabilidad, ya que el maestro no se equivoca: “Cuando un seglar se erige en maestro de moral se equivoca frecuentemente; los seglares sólo pueden ser discípulos” (61). Es obvio que al hablar de “voluntad de Dios”, es él mismo el que la trasmite y la conoce supuestamente de fuente directa. Es sabido que un miembro de la Opus no puede ni siquiera leer un libro sin consentimiento del director espiritual (339).

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